Todas las vidas importan

Por Fabiola Mancilla Castillo

Sylvester, un joven del pueblo negro originario de South Bend, Indiana, en Estados Unidos, fue arrestado cuando el hambre lo orilló a robar un poco de pollo para comer. Por esta osadía pasó ocho meses de su vida tras la rejas. Al sopesar el castigo con el tipo de delito parece inverosímil, sobre todo cuando en un país, que en los últimos años y a plena luz del día se han vivido cientos tiroteos por el poco o nulo control de las armas, que ha costado miles de vidas al año. Esto sin que exista una regulación al respecto, pareciera que es un delito más grave tener hambre que portar un arma y matar a sangre fría, sin importar la edad. Esta situación nos hace pensar que las leyes obedecen al color de piel y nivel socioeconómico que la persona pertenece.

En esta misma ciudad pero en septiembre 2019 se dio el asesinato de Eric Logan un hombre del pueblo negro a manos de la policía, después de que se le notificara que estaba bajo arresto, esto por una llamada al 911 mencionando que un hombre negro estaba golpeando autos estacionados. En agosto de 2022 este mismo departamento asesinó a Dante’s Kittrell, un hombre afroamericano con claro trastorno mental, que apuntó a los policías con un arma de juguete, en respuesta los uniformados dispararon en varias ocasiones quitándole la vida. Estos casos nos hacen recordar el tristemente célebre caso de George Floyd, que después de entrar a una tienda de conveniencia en Minneapolis, fue capturado y sometido por policías después de intentar pagar con un billete supuestamente falso de 10 dólares. George Floyd perdió la vida durante una transmisión en vivo, en estos videos se escucha como George les menciona a los policías que no puede respirar. Muertes como estas, así como las reiteradas criminalizaciones al pueblo negro dieron vida al movimiento de Black Lives Matter, las Vidas Negras Importan en español, que busca poner en el ojo público la brutalidad policía y la estigmatización que viven. Ellos han salido a exigir un alto a la persecución y dejando en evidencia la violencia con la que son sometidos todos los días.

En Nueva York, y en varias ciudades de la unión americana, la población migrante mexicana navega con una problemática similar, pues a pesar que no existe una clara persecución por parte de la policía, el sistema se encarga en recalcarnos que no somos portadores de derechos. La principal herramienta para esto, es infundir el miedo. Muchas y muchos de nosotros optamos por no acceder a la salud, a la educación o inclusive decidamos no apelar algún caso en la corte, pues por nuestro estatus como no documentado preferimos navegar siempre bajo el sistema, ni que decir el mencionar que hablamos otro idioma distinto al español. Los más afortunados que cuentan con documentos migratorios continúan lidiando con la eterna estigmatización donde a los ojos de muchos tan solo somos aptos para trabajos físicos sin mucha cualificación. “Este no es tu país”, “aquí las cosas se hacen de manera diferente”, son algunos de los comentarios que nos dicen, o clásicos apodos que tan despreciativamente nos dicen como “espalda mojada” o “frijoleros”, con esas palabras buscan hacernos sentir vergüenza de nuestros orígenes y cultura.

No es fortuito que existan un doble estándar para la aplicación de la ley en Estados Unidos, pues es común que a mexicanos se les levante más infracciones que una persona blanca o que los asesinatos de personas mexicanas principalmente indígenas, queden en el olvido. Estos son archivados y, en el mejor de los casos, tan solo se comienzan investigaciones sin llegar a conclusiones. Ejemplo de esto, fue lo que vivió Víctor García que en noviembre del 2013 fue asesinado en Chicago, hasta la fecha no se sabe con certeza que ocurrió. A pesar de que el reporte del forense menciona que murió producto de varios golpes y un tiro en la parte trasera de la cabeza, la parte policial menciona que lo asesinaron al intentar allanar una propiedad. Francisco Villalba que en marzo del 2021 fue asesinado al querer robar su bicicleta que era su medio de trabajo, descargaron sobre él varias balas privándolo de la vida, esto ocurrió en Harlem un lugar conocido como el barrio. Victorio Hilario en septiembre de ese mismo año cuando repartía comida en el Bronx fue atropellado, el responsable se dio a la fuga, a más de un año apenas dieron con el responsable. Tiburcio Castillo es un repartidor de comida que después de estar varios días sin localizar en Nueva York, fue ubicado en un hospital del Bronx en terapia intensiva. A Tiburcio lo asaltaron y posteriormente lo tiraron del puente Willis en este mismo condado. Perdió la vida 14 días después de su hospitalización. Estos nombres son algunos de los casos que han quedado en los expedientes policiales esperando justicia, donde el factor común es que son migrantes, indígenas y pobres, por lo que pareciera que la norma es la impunidad en sus muertes. Sin olvidar la extrema crueldad de cómo el sistema de justicia sólo administra los casos, apostando al desgaste de sus familiares. Se los han dicho, ellos no son prioridad pues no son ciudadanos de este país.

Pareciera que los problemas de las personas negras y mexicanas no tienen coincidencia, pero no es así. Ambos son parte de estas tan lastimosas “minorías”, como nos denomina el sistema norteamericano. Pareciera que las muertes tan solo forman parte de una serie de eventos desafortunados, pero no es así. Es producto de la injusticia, la falta de oportunidades y de la constante estigmatización, donde somos los mal llamados “sin derechos”, que en automático dejan una carta abierta para las injusticias.

Este panorama parece desalentador pero no, la solución nos la han mencionado con anterioridad, pues a pesar de que durante muchos años nos han dicho que somos poblaciones en conflicto unas con otras, las alianzas son el camino hacia el futuro. Ambas comunidades formamos parte de los sectores más precarizados de Estados Unidos, ya sea por razones económicas y sociales, siempre formamos parte de los cinturones de miseria en las grandes urbes, que más allá de reconocernos como víctimas de un sistema cruel que solo nos utiliza, nos distanciamos. Esta rivalidad de la cual no tenemos certeza de donde proviene, continua abriendo un abismo entre los pueblos mexicanos y negros. Al preguntar a las personas sobre porque no convivimos, algunas mencionan que es por la asignación de los apoyos federales, mientras que otras solo refieren que los mexicanos venimos a quitarles el trabajo, pero nadie tiene certidumbre de la raíz del problema. Olvidamos que ambos pueblos hemos sido oprimidos por muchos años, excluyéndose de los sistemas educativos, sufriendo el racismo sistemático y sobre todo perpetuando los ciclos de pobreza y violencia en los que vivimos.

Las corrientes más progresistas de los movimientos sociales en Estados Unidos proponen la unión. Ven estratégico la generación de alianzas entre grupos socialmente excluidos que nos permitan exigir una mejor calidad de vida. El reconocernos como pueblos que hemos sufrido y vivido en una discordia impuesta, donde solo algunas personas salen beneficiadas. El cuestionarnos de la raíz de esta división y no tener respuesta, da más sentido a la poderosa fotografía de las banderas de Black Lives Matter y México que se alza en lo alto del letrero de la CNN en junio del 2020. Esta imagen se dio en el marco de las protestas por el asesinado de George Floyd. El mensaje fue poderoso pues las letras son la insignia del medio norteamericano que ha sido señalado por la manipulación de la información y que en muchos de los casos invisibiliza y criminaliza a estos pueblos. En un país que nos repite de manera sutil que no pertenecemos cobra especial relevancia el hacernos presente. Nosotras y nosotros, las comunidades que nos han nombrado como minoría, somos los que hemos construido este país con nuestro sudor y sufrimiento. A cambio nos han pagado con la división de familias, persecuciones, estigmatización, criminalización y racismo a lo largo de los años. Nuestra mejor respuesta será la alianza, el reconocernos en nuestras diferencias y sabernos como pueblos hermanos, dejando de lado las discordia.

La apuesta no es sencilla, habrá que perdonar y sanar heridas, pues estás divisiones han costado vidas. Ambos pueblos han sido golpeados por las pandillas, las drogas, las armas y el crimen organizado. Se tiene que reconstruir la relación, pero puede ser más simple si entendemos nuestras historias, del porqué las y los mexicanos buscamos vivir con un perfil bajo en una nación que no es la nuestra, y que en muchas de las ocasiones sin luchar por nuestros derechos, mientras que el pueblo negro está acostumbrado a no someterse y hacerse escuchar. Somos diferentes, pero esas diferencias nos deben unir más. Solo así podemos seguir poniendo en lo más alto de esta nación que todas las vidas importan independiente del color de piel.


Foto de Wylly Suhendra en Unsplash. Imagen ilustrativa.

Comparte:

Contáctanos para solicitar información

Estamos aquí para responder todas tus preguntas y brindarte la ayuda que necesitas.