Tres intentos fallidos tuvo doña Adela para reencontrarse con sus hijos e hijas en Estados Unidos. Por más de dos décadas intentó por todos los medios lograr ese tan anhelado abrazo que se interrumpió cuando su hija Mayola decidió dejar el pueblo y buscar una mejor vida de este lado de la frontera. Adela nunca cesó, se mantuvo firme en volver a abrazar a sus siete hijos que continúan en la Unión Americana: “yo nunca pensé que pudiera lograrlo, por mucho tiempo fue mi única meta, no puedo creer que estoy ahora aquí”. Fueron las palabras de Adela cuando iba en el taxi rumbo al punto de encuentro con su familia en Nueva York.
Adela una mujer del pueblo Na’Savi que como ella lo expresa “yo soy así, libre como un pajarito”, pues ella creció sin la ataduras del mundo mestizo donde las personas valen por los documentos que acrediten su identidad, no por lo que dictan sus conocimientos ancestrales. Ella no tuvo acta de nacimiento hasta que se casó con don Faustino Díaz, un joven soñador originario de El Carmen en Xochistlahuaca, Guerrero. En uno de sus viajes don Faustino se enamoró perdidamente de Adela, por lo que le propuso matrimonio. “Yo no soy de El Carmen, me fui con mi esposo para formar un hogar”, en ese lugar Adela tuvo a sus hijos, trece en total, ocho mujeres y cinco hombres, ella los crio con mucho amor. Decidió que para ayudar a su esposo ella prepararía comida para vender a la gente del pueblo. “Yo desde que mi hija Mayola nació me dedique a vender comida, al principio andaba con mi carretilla ofreciendo por las calles. Después ya conseguí un lugar para tener mi local”. Todo para lograr darles de comer a mis pequeños hijos y que nada les faltaran.
La vida de Adela era como de cualquier mujer del campo, cuidaba su milpa, alimentaba a sus animales y, por supuesto, todos los días veía por sus hijos e hijas. Pasaron los años y dentro de los jóvenes de la comunidad se escuchaba con mayor fuerza el rumor de que “allá en el otro lado había muchas oportunidades”. Los hijos mayores de Adela quisieron comprobar si lo que se decía del vecino país del norte era cierto. Es por eso que cuando Gerardo y Javier crecieron decidieron migrar. Ellos no sabrían que serían los pioneros en comenzar el gran éxodo que viviría su comunidad. Con la partida de sus hijos comenzó la historia de pérdidas de Adela, que terminaría con la despedida de su hija menor, que muchos años después decidió también migrar.
Adela quedó incompleta, sabía que algún día tendría que ir a donde viven sus hijos, en ese país extraño del que mucho ha escuchado. En cambio sus vástagos le contaban a Adela, lo que han podido progresar de este lado de la frontera y de lo fácil que es conseguir trabajo, en sus pláticas omitían hablar de lo esclavizante de las jornadas y de la soledad que cala en el alma en este país que solo vales por cuanto produces. Son esos altos costos que rara vez salen en una conversación.
Por mucho tiempo Adela pensó sobre las diferentes maneras de volver a ver a su familia. Construyó planes en su mente, después de la muerte de Faustino se volvió casi una obsesión reencontrarse con sus hijos e hijas. En ese momento supo que estaba en sus manos el volver a reunir a su familia. Un conocido le comentó que mucha gente había pedido asilo en Estados Unidos y que se lo habían dado, entre el mito y realidad le contó cómo era el procedimiento. Adela pensó que sería fácil, que solo tenía que mantener la historia hasta el final y después de varias preguntas ella ya estaría rumbo a Nueva York, donde viven sus retoños. En marzo del 2016 Adela llegó a la frontera en Nogales y se entregó con las autoridades migratorias estadounidenses. Aparentemente todo iba bien, pasó los primeros cuestionarios, sin embargo, todo pareció cambiar cuando le preguntaron en donde estaban sus hijos, Adela comenzó con contradicciones, por lo que le rechazaron el asilo.
Estaba clara en no detenerse. Buscó a un pollero del pueblo, el cual le dio instrucciones para comenzar la travesía por la frontera. A pesar de la emoción Adela no aguantó el duro trayecto hacia Estados Unidos y de nueva cuenta estuvo frente a las autoridades migratorias.
Regresó a El Carmen, su familia acá no se enteró de mucho. Realmente pensaba que Adela se encontraba en la ciudad de Acapulco en una de sus consultas médicas. Nunca imaginaron la gran travesía que días antes tuvo su abuela. A pesar de esa mala experiencia Adela no perdió la fe de volver a reunirse con toda su familia. Convenció a una de sus nietas para ir a la Ciudad de México y aplicar para la visa. Contrato los servicios de un gestor, sacó su pasaporte y a los pocos días ya tenía cita para realizar su entrevista. En medio de la cita consular le informaron que ella tenía negada la visa, pues al momento de tomar sus huellas supieron que tres años antes ella intentó cruzar indocumentadamente a Estados Unidos. Después de esa terrible noticia Adela no supo que más hacer. Todas las puertas se habían cerrado, en su mente pensó que cada vez estaba más lejos estar con sus amados hijos e hijas. Ella creyó que nunca los volvería abrazar.
Nunca imaginó que la respuesta vendría de quien menos imaginaba, su nieto Arón el hijo de su hijo Gerardo, le contó que la Red de Pueblos Trasnacionales realizaba reencuentros familiares en los Estados Unidos. Le platico como Fabiola una de sus ex compañera de Tlachinollan, se fue a Nueva York y que desde ahí apoya a las familias divididas para volverse a ver. Adela, no creyó, su corazón ya tenía muchas desilusiones, pensó que tan solo volver a tener una esperanza sería peor. Sin embargo, al no tener nada más que perder aceptó empezar el proceso. Fueron días complicados, pues poco a poco Adela y sus hijas tanto en México como en Estados Unidos, tenían que reconstruir sus dos intentos cruzar la frontera y el rechazó previo de la visa. Todo eso era importante mencionar en su entrevista para que tuviera mayor oportunidad de ser aceptada.
El día llegó, Adela viajó desde El Carmen hasta Ciudad de México, estaba muy nerviosa, pues sabía que habían altas probabilidades de que fuera rechazada la visa de nueva cuenta. Decidió ir a la basílica para rezarle a la virgencita por un milagro. Esa noche no pudo dormir pues solo en su corazón albergaba la ilusión de volver a ver a su familia y a sus más de 20 nietos que tiene de esta lado de la frontera. Muy temprano fue a hacer fila para que tomaran sus huellas, después de ahí se dirigió al consulado la entrevista. Al contrario de lo que pensó, no fue tan duramente cuestionada, pues el aval de los congresistas y senadores en Estados Unidos que la invitaron al Festival NewYorkTlan sirvió y fue aprobada la visa. No lo podía creer, pensó que era un sueño, solo deseaba salir a contarle a sus hijos e hijas. De nueva cuenta se dirigió a la basílica pero en esta ocasión para agradecerle a virgencita que le hizo el milagro.
Por dos semanas estuvo al pendiente de que llegará su visa, estaba muy impaciente pues el consulado norteamericano tomaba su tiempo para la liberación del documento. Decidió vender sus animalitos, pues no habría quien los cuidará. Habló con sus clientes y les dejó en claro que por un mes no podría dar de comer pues estaría visitando a sus hijos en Estados Unidos. La gente no creía que ella viajaría pues en el pueblo, nunca antes se supo de alguna otra persona que tuviera visa y pudiera cruzar sin problemas. “Fue la noticia del momento en El Carmen, pues nunca imaginaron que pudiera ir una persona mayor viajar así”, con emoción contó Arón su nieto.
Fue el 11 de octubre que Adela viajó a Nueva York, la emoción le impidió comer y dormir durante todo un día, solo quería volver abrazar a sus hijas e hijos que por 26 años no lo había hecho. Su familia en este lado de la frontera, para recibirla preparó mole, arroz rojo y una noche antes echaron tortillas. Por su lado, Adela no sabía que sentir durante los 45 minutos que tardó el taxi para llegar a la Casa de los Pueblos en el sur del Bronx, estaba nerviosa y lloraba de solo pensar que ya estaba en suelo norteamericano. Al llegar al lugar, su corazón la guió para abrazar a Mayola y a Luisa que se encontraba atrás de una cortina para sorprenderle. Al verse a los ojos ambas lloraron y con un abrazo acortaron las dos décadas que amor que no se habían podido dar.
Foto de Joshua Hoehne en Unsplash. Imagen ilustrativa.